Cuando los temas gruesos de la política o de la economía dejan de ocupar las primeras planas de los diarios, cuando aquello que fue tema de debate y de conflicto (como por ejemplo la batalla campal suscitada por la ley de medios o la fallida ofensiva opositora contra el uso de las reservas) sigue un curso más mesurado y las partes toman una cierta distancia de la lógica de la beligerancia, lo que vuelve recurrentemente sobre la escena nacional es la cuestión de la inseguridad.
Cada tanto los fantasmas de la violencia y del caos regresan sobre nuestras atribuladas vidas como si siempre hubieran estado allí acechándonos. Voces famosas, de esas que ocupan las principales horas de las pantallas televisivas y que van forjando el sentido común de importantes sectores de la sociedad, suelen despertarse de su letargo para exigir medidas fuertes y contundentes contra los revoltosos de todo pelaje (y ahí se mezclan piqueteros encapuchados que cortan el tránsito, delincuentes que ponen en peligro nuestras vidas y nuestras propiedades mientras limpian parabrisas en los semáforos, trapitos que se organizan como una gigantesca mafia que causaría la envidia de Don Corleone, vagos de distinto pelaje y otras lacras sociales que pululan entre nosotros, según la particular taxonomía de esos ciudadanos ejemplares a los que ahora se ha sumado el inefable Mauricio Macri y su intento de reforma del código de convivencia urbana que apunta directamente a criminalizar, una vez más, la pobreza, esa misma contra la que no hizo absolutamente nada y a la que incluso profundizó cortando las políticas sociales como gastos superfluos de su administración. A Macri lo único que le interesa es la policía como emblema de su proyecto de seguridad, como fundamento de su visión del mundo y como solución represiva de una delincuencia reducida a la amenaza que siempre, de acuerdo a su visión, suponen los pobres). La retórica es siempre la misma: llegó la hora de actuar, de tomar decisiones que le sirvan a los ciudadanos decentes y que impidan que las hordas de marginales, esas que provienen de los suburbios oscuros, de esos barrios en los que jamás han puesto sus pies los triunfadores de la época, invadan las zo&a
http://www.elargentino.com/nota-84934-Las-retoricas-de-la-inseguridad-y-el-codigo-represivo-de-Macri.html
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